Emmy
Moore, una artista que disfruta de la elaboración de instalaciones minimalistas
usando listones de madera, y Richard Serra, reconocido artista minimalista por
sus grandes placas de metal, son los referentes que en esta ocasión colaboran
con nuestra instalación minimalista. La unión de trozos de madera generan
espacios propios para éstas.
En
primer lugar el trabajo de Moore se destaca por dar protagonismo a sus figuras
dentro de un espacio determinado, imitando estructuras geométricas o
arquitectónicas, sin dejar atrás la capacidad que el material vegetal otorga a
sus estructuras, dejándolo tal cómo lo encontró sin modificar sus texturas. Sus
instalaciones normalmente son dos o tres esculturas que dialogan en su espacio,
sin presentar la mayor complejidad en el detalle.
Por
otro lado está Richard Serra, cuyas monumentales esculturas minimalistas se
destacan por la simplicidad volumétrica
generada simplemente a partir de la superposición de diferentes láminas, rectas
u onduladas. Interés común nos causó la escultura que aquí se presenta, cuya
soldadura es nula, jugando la física un papel importante en la composición de
su obra: cuatro laminas de metal, gigantes, se sostienen una a la otra,
manteniéndose de pie sin estar sujetas entre sí o con el piso, simplemente
recostadas unas con las otras.
Este tipo de obra genera tensión, ya que lleva a
pensar que en algún momento podrán caer, pero a la vez, es curioso entender
como estas se sostienen entre sí de manera tan perfecta, sin que algo les pueda
producir daño. Serra trabaja una escultura minimalista que está en acción, su
movimiento es nulo ante los ojos del espectador, pero la presión ejercida entre
sus láminas, es lo que genera tensión e intriga, creándo un dialogo entre sus
elementos.
Nuestra
instalación la conforman 12 estructuras iguales producidas en serie,
elaboradas, cada uno, a partir de cuatro listones de madera Chingalé, con 75
cms de altura cuyas puntas se conforman de ángulos de 45 grados. Estos cuatro
pedazos de madera se juntan entre sí formando una pirámide, sin ningún elemento
adicional que los adhiera entre sí, simplemente ejerciendo presión y generando
en el espectador que transitará este espacio delicadeza a la hora de rodearlo.
Estos elementos están distribuidos en el descanso de las escaleras que dan
acceso al tercer piso del Edificio Daniel Casas. Dispersos, cada pieza se
apoderará de un espacio del descanso, bloqueando el lugar cotidiano de
tránsito, obligando a los transeúntes a pasar por sus lados, alterando la
circulación rutinaría del espacio.
Lo
más interesante de esta instalación es que pasó de ser un obstáculo
constructivo inmóvil, a tener sonido y movimiento, sin
intencionalidad más de una vez estos listones cumpliendo su función (de obstáculo) terminaron
en el piso, uno tras otro caían, mientras los espectadores atentos observaban la
deconstrucción que parecía convertirse en un performace de el acto repetitivo y
minucioso de poner cada pieza en su lugar.
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